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Tick, Tick… Boom!: viaje musical a los 90

por Nicolas Colfer / Página 12

Situada en los 90, la puesta teatral local de Tick, Tick… Boom! crece al ritmo de las canciones (es un musical) y tres actuaciones que la rompen. El vih en sus comienzos, la dificultad por elegir entre el arte y el dinero y la fortaleza que dan los vínculos de amistad son parte de la propuesta. 

Después del éxito que tuvo la adaptación cinematográfica de Lin-Manuel Miranda, que entre otras cosas le valió a Andrew Garfield una nominación al Oscar por descoser el papel principal, era cuestión de tiempo para que Tick, Tick… Boom! se propagara por todas las mecas del teatro musical. 

El mes pasado llegó al Paseo La Plaza, con dirección de Ariel del Mastro y Marcelo Caballero. En clave autobiográfica, la obra nos muestra el proceso creativo de Jonathan Larson en el momento más crítico de su vida. A punto de cumplir treinta, el pibe se debate entre pegar un buen laburo y dedicarse a escribir una obra que lo catapulte al éxito. Mientras tanto, trabaja en uno de esos cafés estadounidenses que nos recuerdan que ni ahí son el mejor país del mundo. Y tiene novia, obvio, pero ella no quiere saber nada con la vida bohemia a la que él está agarrado. 

Cuando el capitalismo aliena a tu pareja, you know… Para colmo, es 1990. La homosexualidad sigue siendo un tabú y el mejor amigo de Jonathan está sufriendo los primeros reveses del SIDA. Acá entramos nosotres: Tick, Tick… Boom! nos lleva de nuevo a la Nueva York de la pandemia (de aquella, la original y repetible) para recordarnos que, incluso en el pináculo del sueño norteamericano, la propagación del SIDA fue devastadora. Lo interesante es que, a diferencia de otras narrativas similares, Tick, Tick…Boom! no nos expulsa con la lejanía de sus representaciones. 

Al contrario, rescata la impotencia y el dolor de aquellos años con un filo preciso, que nos permite espejar la desolación de nuestra experiencia local. La argentinidad le queda bien a esta adaptación. Si no fuera porque la historia nos sitúa permanentemente en la Gran Manzana, bien podríamos comprar que Larson vive en el Abasto y su amigo labura en Microcentro. Las canciones, adaptadas al castellano por Marcelo Caballero, Lucien Gilabert y Juan Pablo Schapira, parecen extrapolaciones del rock nacional.

Es una partitura con relieves; los temas no nos dejan nunca en el lugar al que nos hacen pasar. Un plus: la fuerza del trío protagónico. Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez se compenetran y nos hacen cómplices de su química. Los momentos duros tienen matices de ternura y nos recuerdan que, en más de un sentido, hoy estamos mejor. No se pierdan Tick, Tick… Boom!; quedan cuatro funciones y dan ganas de abrazar amigues.

https://www.pagina12.com.ar/446839-tick-tick-boom-viaje-musical-a-los-90

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Juegos… ¿Cuál es tu límite?: la crueldad del ser humano

por Pablo Gorlero / LA NACION

En 1976, el año en que Roma Mahieu estrenó su primera obra: Juegos a la hora de la siesta, recibió los premios Molière y Talía. Fue un suceso de público, pero cuando los militares se dieron cuenta de su significado, la prohibieron a principios de 1978 por «su contenido manifiesto de postulados disociantes y la descripción de técnicas propias de la subversión». Cosas de aquellos siete largos años. La obra muestra a un grupo de ocho chicos en una tarde de juegos. Esa idea sirve para reflejar, a través de la violencia infantil, la opresión sádica y salvaje de la sociedad, desde una visión piramidal, y de los mismos individuos, como comunidad. No es una simple mirada sobre el mundo de los niños, sino que ellos son utilizados como un reflejo de los adultos. Es decir, el sadismo de los mayores queda plasmado a través de las distintas aristas de la brutalidad infantil.

Lo que hacen estos chicos es imitar los comportamientos más salvajes y mezquinos de los grandes. Hay un tirano déspota, amado y temido, algunos «diferentes», el que tiene condición de esbirro, y algún inocente peligroso. Ellos compiten por un status y el miedo es el protagonista principal de estos «juegos». La muerte ronda también, pero el temor que la rodea no es más que miedo a la vida. Es una parábola de la crueldad, expuesta en forma cruda

Juegos… es una versión musical de la obra de Mahieu, inteligente mirada de los talentosos Marcelo Caballero y Juan Pablo Shapira que supieron condensar lo necesario como para cederle terreno a la música y lo visual. Porque esta no es una obra presencial, sino un streaming a ocho cámaras. De los mejores que se han hecho sobre una obra de teatro. Ariel del Mastro tiene el mérito, con su mirada abarcativa y exquisita, en un espacio amplio, despojado pero muy bien aprovechado. Es una propuesta inquietante, con coreografías funcionales, dinamismo y una tarea interpretativa que resalta los ribetes más absolutos del teatro de la crueldad. El elenco de jóvenes talentos es compacto y sobresaliente, pero corresponde resaltar los trabajos de Agustina Cabo, Nicolás Cúcaro, Tomás Kirzner y Julia Tozzi. En la actuación se hace la diferencia.

https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/juegos-cual-es-tu-limite-crueldad-del-nid2536466/

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Juegos

por Rita Hostt / SOBREBUE

El nuevo espectáculo de Ariel del Mastro es el nuevo hit del musical argentino. La temática pega fuerte y la música original es imperdible.

Basada en la obra prohibida de Roma Mahieu, Juegos nos abre el mundo de un grupo de compañeros de escuela que, lejos de las miradas del mundo adulto, exploran a través del juego sus lugares menos permitidos. Los juegos serán el canal por el cual se expondrán problemáticas tales como el bullying, la discriminación, el descubrimiento del cuerpo, los secretos familiares y los límites, liberando la violencia y los prejuicios contenidos.

El espectáculo fue creado para verse por streaming pero estrena presencialmente el 10 de enero y ya se sabe que va a ser imperdible, así es cuando hay un equipo que desborda tanto talento. Los jóvenes artistas (que la rompen) son: Agustina Cabo, Nicolás Cucaro, Tomás Kirzner, Carolina Kopelioff, Alan Madanes, Maia Reficco y Julia Tozzi. De la adaptación, la dirección de actores, las letras de canciones y la puesta en escena se encarga nadie menos que Marcelo Caballero, ¿Te suena Lo quiero ya, mejor musical off 2018?. Donde está Caballero es probable que también esté Juan Pablo Schapira -y viceversa- quien se ocupa de la música, la dirección musical y las letras de canciones. Muchas ganas de que salga el disco porque los temas son una bomba. Cuando un dúo funciona, se nota, Schapira y Caballero ya trabajaron juntos en Lo quiero ya, Piano blanco, La población y Una mísera historia.

De Ariel del Mastro no podemos esperar nada menos que un espectáculo con todas las letras, acá el foco está puesto en contar el cuento y la atención no se escapa para ningún otro lado. Juegos es una obra que se hace preguntas y las responde visceralmente, es pura pólvora y peligro, está viva. Súper recomendable.

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Juegos ¿Cuál es tu límite?

por Monica Berman / LA MAQUINA DE ESCRIBIR

¿Por dónde empezar? Todo inicio es necesariamente arbitrario. Todo recorte, uno entre múltiples recortes.Asociamos, no nos queda otra, con aquello que nos tocó, que nos resulta significativo.

Entonces elijo: “No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses, eso me dijo la tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas” primeras oraciones de Conejo, el maravilloso cuento de Abelardo Castillo que le da la voz a un niño; a través suyo nos enteramos de una serie de cosas del mundo de los adultos que, realmente, no querríamos que existiesen. 

Aproximadamente unos quince años después se estrena Juegos a la hora de la siesta de Roma Mahieu…mientras los adultos duermen, los niños juegan y reproducen lo que ven y procesan como pueden lo que viven. 

También se puede empezar por otro lado ¿qué tematizan los musicales? ¿se puede generalizar rasgos de su dramaturgia en términos estadísticos? ¿qué imaginario de los musicales construyen los que no son espectadores de musicales? Ay, cuántas dilaciones, qué preguntas inútiles…

Se podría, por ejemplo, hacer una especie de genealogía de lo que dirigió Ariel Del Mastro y veríamos coherencia y cohesión.

Vamos a decirlo tímidamente hay tanto musical con dramaturgia tan flojita (y no es una referencia a lo vernáculo)  que cuando en el género se juegan dan muchas ganas de festejarlo. 

Pero digamos más: toda puesta en escena es una transposición con respecto a un  texto dramático pero en este caso, además, hay una adaptación (brillante) que lleva el cambio de género a una propuesta fascinante.

Ahora sí, en el centro una plataforma circular inclinada. Por debajo algo así como ¿aserrín? (mmm, sin certeza) un elemento volátil, sin duda, que se adhiere a las superficies y que se desparrama con facilidad. Notable metáfora de la puesta. Algo así como una síntesis de lo que vendrá. La imposibilidad del equilibrio, la ausencia de la estabilidad, un soplo apenas dilapida en el espacio lo que estaba concentrado. La infancia es un poco así. 

La adaptación logra eludir lo que podría devenir fácilmente en posición panfletaria. El protagonismo de los intérpretes de manera sucesiva, cuando se hacen cargo de las canciones reparten algo más que las voces, diseminan el punto de vista, la focalización, las perspectivas.

Los desplazamientos colectivos  e individuales sobre el eje escenográfico proponen un reparto del espacio en sentido literal pero también figurado (Alonso corriendo alrededor del círculo cuando ya no lo controlan, es un ejemplo delicioso de esto).

Los intérpretes tienen un nivel muy parejo y cada uno tiene su momento de lucimiento tanto como cantantes como en su trabajo de actores. La escena de la caja con un gorrión invisible al que todos percibimos como real, los gestos, los miedos, los exabruptos… son casi una lección de estos jóvenes (pero en absoluto inexpertos) actores.

La letra y la música de las canciones, la interpretación de las mismas (algunas de una belleza inefable)… 

Es cierto que la obra de Mahieu es emblemática por una serie de circunstancias, Juegos, en su versión musical es emblemática por su calidad.

No es el texto verbal el que relata sino todo: hasta las rodilleras que, en las antípodas de una versión realista, señala el riesgo de los movimientos desde un principio.

Podría escribirse largamente, porque la cantidad de signos que se ponen en juego son profundamente interesantes pero dejemos algo de sorpresa para los espectadores. Eso sí, digamos que el primer final (porque hay otro, de los actores, no de los personajes) se inscribe a partir de la dramaturgia de iluminación de un modo tan potente que huelgan las palabras.

Se agradece una puesta  inteligente, con un trabajo de adaptación notable, con intérpretes a la altura de las circunstancias…

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Juegos: Un Musical fuerte y comprometido

por Daniel Falcone / MUSICALES BAIRES

En un año tan particular, el teatro ha sufrido uno de sus peores pruebas. Fue tildado de no esencial o sea imprescindible para el cotidiano humano.
No ha habido actividad presencial en nueve meses. Si nació contundentemente y para quedarse la modalidad “streaming”.
Lo visto hasta el momento son una o dos cámaras con alguna dirección, presentando en formato a la italiana como en el teatro convencional, algunos conciertos y un solo musical.
El estreno de “Juegos, La Obra” con letras y adaptación de Marcelo Caballero, música de Juan Pablo Schapira y la dirección general de Ariel del Mastro dio vuelta y redefinió este formato definitivamente.
Esta trabajo cinematográfico no afecta en nada la esencia teatral, es más, nos va llevando a donde nuestra mirada debe estar en el momento de la acción, para no perder detalle ni de la trama, ni de las actuaciones.
«Juegos, La Obra» esta basada en la obra Juegos a la Hora de la Siesta escrita por Roma Mahieu.
Roma Mahieu (nacida en Polonia en 1937) escribió Juegos a la hora de la siesta en 1976, año en que fue estrenada en Argentina, país al que la dramaturga emigró cuando tenía 10 años de edad.
En 1978 la obra fue prohibida por la dictadura militar argentina, con el argumento de que la pieza promovía prácticas subversivas.
Por este hecho la autora tuvo que exiliarse en España, en donde vive desde entonces.Juegos a la hora de la siesta se ha representado en varios países recibiendo diversos premios y menciones. La obra fue escrita en respuesta a la situación de opresión que vivíamos los argentinos durante la dictadura militar.
La historia escrita por Roma Mahieu narra la historia de unos niños entre 5 y 10 años de edad, quienes se reúnen en un parque de juegos infantiles, sin la vigilancia de sus padres. Todo lo que ahí ocurre oscila entre el juego y la violencia, en un ritmo que va creciendo, generando una tensión dramática importante.A pesar de que los personajes son niños, queda claro que no es de ellos de quienes la autora habla. A través de ellos la escritora genera un reflejo del mundo de los adultos y de lo que ocurría, en particular, en la Argentina oprimida por el poder totalitario. Ella misma ha dicho que recurrió al universo infantil un poco para burlar la censura y poder expresar su oposición a la violencia ejercida contra la sociedad por la dictadura militar en la época en que escribió la obra.Se trata de una obra fuerte, política y, desde luego, con un fuerte matiz ideológico.
La autora busca expresar o, mejor, desnudar a la violencia como parte de la condición humana. Está por otro lado su discurso en contra de los totalitarismos, del fascismo y de cualquier otro sistema de poder que oprima a los pueblos. Su obra habla de la violencia sólo para expresar su oposición a ella.
Llevar adelante este mundo dramático de la violencia y llevarla al formato de musical requiere de mucho trabajo, conocimiento del género y contenido profesional.
Los pilares están en la adaptación de la obra teatral realizado por Marcelo Caballero y la música de Juan Pablo Schapira. Amalgamar este tema trágico, – que es más que un drama -, y encontrar la música que no desdibuje tremendo texto, fue el logro principal. Los temas son potentes, como uno de ellos llamado La Nada.
Otro logro fue la puesta en escena también obra de Marcelo Caballero con la coreografía de Rosario Asencio juntos logran que Juegos sea visualmente tan impactante como el texto lo exige.
Solo un circulo inclinado rodeado de arena fue el diseño escenográfíco ideado por Vanesa Girlado para llevarnos a la plaza donde se desarrolla la historia.Esta producción tiene grandes profesionales en las distintas áreas que merecen ser nombrados como la dirección Vocal de Katie Viqueira y Juan Pablo Schapíra, el vestuario Alejandra Robotti , el impecable diseño de sonido de Eugenio Mellano Lanfranco, diseño asociado de iluminación de Gaspar Potocnik y grabación, mezcla y masterización de música de Martín Rodriguez. Esta enorme obra musical, no podría “ser”, sin el elenco joven y poderoso de Juegos. Ellos son Agustina Cabo, Nicolás Cucaro, Tomás Kirzner, Carolina Kopelioff, Alan Madanes, Maia Reficco y Julia Tozzi. Un director es aquel líder que sabe rodearse de lo mejor, lo sabe conducir y lo lleva a buen destino, Ariel del Mastro hizo todo esto y más.Realizó una transmisión sonora y de imagen impecables, la mejor vista en un “streaming” nacional hasta el momento.Lograr que este texto, uno de lo más destacado de la dramaturgia argentina, pueda ser vivenciado en su total dimensión y en versión musical, nos alienta a pensar que no todo está perdido y que no hay solo mediocridad, también aparecen en el camino directores como Del Mastro.Juegos es un musical fuerte y comprometido. Para los que sobrevivimos a la dictadura del 76 es un tema sentido que no hay que olvidar nunca y es el teatro el que lo recuerda y rememora en toda su crudeza.Es un tema para repensar permanentemente porque la Humanidad no entiende lo suficiente.

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El Lado B de una Diva Eterna

por Leni Gonzalez / LA NACION

La imagen de Marilyn es de una familiaridad casi incomprensible para una actriz muerta hace casi 60 años. El consumo pop, las leyendas rubias y la fascinación de la belleza rota por la tragedia la congelaron en una foto eterna. Desandar ese camino alisado es lo que se propusieron la actriz y cantante Gimena González, el director y autor Marcelo Caballero y el músico Juan Pablo Schapira. Un objetivo desafiante, que debía ser construido en detalles, para equilibrar el peso del ícono faltamente sexy. Gran elección, la obra ancla en un hecho casi desconocido: la internación durante pocos días y por error en un neuropsiquiátrico. Descalza, con un camisón, desde la cama, la actriz lo cuenta con su lenguaje, el del cine, como si fuera un thriller. En la pared, los efectos apoyan el suspenso con sombras. El cuento de cómo llegó a ese lugar conduce a la confusión inicial, la de la mujer que borró el origen y cargó con el abandono.

Al lado de la cama, un piano blanco que Schapira no deja de tocar acompañando en tono jazz melódico a la actriz en varias canciones (unas siete) que ponen luz en los sentimientos más íntimos. Ese piano, además, no es cualquier instrumento ni está ahí por casualidad: es «el» piano blanco que la madre de Norma/Marilyn le había regalado y luego vendido, y que ella, ya famosa, recobró. Es el encuentro con lo perdido y la esperanza de lo recuperable, a pesar de que faltaba tan poco para el final. Sutileza en cada gesto, batallas minúsculas entre la pasión y la inseguridad que la carcomían, verdad en el cuerpo, la performance de Gimena González hace justicia a su talento, dirigido esta vez por un sommelier de musicales como Caballero.

https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/piano-blanco-el-lado-b-de-una-diva-eterna-nid2280149/

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Piano Blanco

por Guillermo Barrios / CHAPEAU Argentina

La leyenda, la mítica rubia Hollywoodense, la mujer, la Norma Jean que cambió de piel, la tortura del alma que nunca se fue… Marilyn Monroe estuvo tres días internada en un hospital psiquiátrico- dato histórico real que muy pocos sabían- y es allí donde tuvo que enfrentar a sus fantasmas, a sus dolores, a su pasado y a esa mano querida que tan penosamente la soltó marcándola para siempre. Y un Piano Blanco que suena igual que todos, pero que fue una bisagra en su existencia. Ante semejante hecho verídico, los espectadores de teatro musical tenemos la gracia de sentir y experimentar la visión personal de Marcelo Caballero y su poderío teatral en un momento mágico del género con Gimena González en el protagónico y Juan Pablo Schapira- responsable de la música y sus letras- en piano. Lo volcado en escena por González, actoral y vocalmente, es soberbio. ES Monroe, ES Norma, ES todo lo que quiere ser. Es verdad pura. La música de Schapira establece una nueva vara en el pentagrama vernáculo y la dirección de Caballero es perfecta como así también su guión que es sinónimo de poesía pura. Entre proyecciones que suman y luces que rebasan buen gusto, PIANO BLANCO es, innegablemente, una de las opciones mas interesantes y ricas de la cartelera de teatro musical del circuito alternativo, de visión obligatoria cada viernes a las 23hs en El Método Kairós. Porque vale la pena ver el lado oscuro de la luna, de una estrella. Y si es con absoluta verdad, mucho mejor.

https://www.facebook.com/ChapeauArgentina/photos?tab=album&album_id=2362086533875281

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Lo Quiero Ya

por Jose Marina / LA LETRA TAL VEZ

“No sé lo que quiero, pero lo quiero ya…” gran canción de Luca Podrán, si es grande porque descree el mundo actual. Y hay alguien que recobra esa frase, con la finalidad de realizar una comedia musical, está acorde a los tiempos que convivimos, vos o yo. Porque no agregar a esa vecina que se convierte en tu memoria barrial. ¿‘Quién es ese hombre? Te lo digo sin tapujos, Marcelo Caballero. Un gentilhombre que hace un recorrido de nuestra vida, de vuestra sociedad. La realidad es que es in mundo de los jóvenes pero te atrapa y eso que yo soy un viejo, tuve que recorrer mi propia historia y llevarme a esa etapa que no pintaba canas y deshacer los prejuicios en la puerta del teatro. Y Caballero me sedujo y su obra “No sé lo que quiero”, es un golpe certero al corazón. Me enamore de la ansiedad de esos personajes que luchan por sus sueños. Si el sueño es ansiolítico, estamos en presencia de una obra teatral ansiolítica. A pesar de mis canas rejuvenecí unas cuantas épocas al recordar mi ansiedad, si hay música y canciones mi corazón desolado se enamora.
Entre en el juego de seducción que te propone una obra artística, si hay movimiento y si hay acción, mucho mejor. En la butaca Caballero me acosaba y me llevó a la esa época donde lo sueños no los relegaba, jugué y fui feliz, me olvide de mi propia existencia. Esos personajes que cantaban,  me llevaron a esa época donde mis sueños eran parte de mi vida. Ellos contaban bajo las luces de un escenario desprovisto de escenografía. Al entrar apagué mi celular, para mí no es parte de mi existencia, seguramente te preguntaras el por qué. La obra habla de eso, y este joven director se pregunta en toda la obra porque esa mierda que llamamos celular, nos digitaliza nuestra existencia  Nos lleva a nuestros miedos, a nuestros temores a nuestro sueños. Los prejuicios no están dejados de lado, como también nuestros deseos, nuestras insatisfacciones que compartí con Marcelo Caballero.  Esas sensaciones son las mías. Mirá y veras que son las tuyas. Todos tenemos miedo de quedarnos incomunicados y la obra busca una respuesta filosófica de la vida que es adonde vamos como sociedad  La respuesta es sencilla, estamos cibernetizados.
Hagamos un párate, y hablemos de ese universo que nos propone esta obra “Lo quiero ya”, es ese universo digitalizado por esa cosa que sirve para comunicarnos, y todos la usamos como agenda de nuestra existencia. Esa cosa que nos marca la rutina de cada día. Ese elemento nos hace ansiolíticos por recurrir a la inteligencia artificial Y esa memoria, es ese elemento que llamamos celular. Aquí me quiero parar, al ver la obra pensaba en “2001, odisea del espacio” de Stanley Kubrick, un mundo manejado por esa memoria artificial Si bien esta obra no pretende ese nivel de cuestionamiento social, es una crítica al universo en que nos movemos. Y si en esa película es una pregunta a donde vamos como sociedad, Caballero también nos marca un rumbo que es tan meritorio como aquella película.
Los personajes de esta obra son ansiolíticos, como la canción que hicimos referencia al comienzo, buscando respuestas mundanas mediante ese artefacto que nos comunica.  Las preguntas de los personajes son mundanas  A ellos le suceden cosas como a vos, como a mí.  Problemas cotidianos y sueño de cualquier persona normal. Sueños, fantasías, deseos hasta sus necesidades lo expresan mediante el dialogo y las canciones de la obra. . Para Marcelo Caballero la vida es una pelea por cumplir esos deseos.
La obra habla de un mundo frustrante Hay un mago que no gana un carajo con sus animaciones, la frustración de una actriz que no consigue un papel, como contrapartida esta la actriz que es acosada por un productor para conseguir un papel. Además esta una profesora de yoga frustrada que solo espera el amor. Muestra lo que podemos hacer para sostener una pareja que se ha roto hace tiempo. Y está también ese joven que quiere realizar un hit musical, y se tiene que conformar con ser empleado de un bar. A esta camada de personajes se le suma esa mujer que vende ilusiones que no sirven para un nada.  No podemos olvidar la labor de los médicos que también necesitan dormir, están presentes. Todos ellos buscan ser felices, y está el problema que es la mediatización de nuestras vidas.
En la obra te propone una pregunta, ¿la felicidad es posible? La respuesta es sencilla no lo sos, mientras estés acorralado por esa gran matriz que te indica lo que tienes que hacer. La felicidad es efímera, cuando nos encontramos con nosotros mismos. Y es ahí donde nos olvidamos de nuestra mediatización, dejamos de ser ansiolíticos. Y termina la obra. Salí del teatro y prendí el celular, acordándome que esa mierda era la piedra en mis zapatos. Mientras las canciones de estos actores jóvenes que seguramente  tienen las mismas frustraciones que sus personajes resonaban en mi cabeza, mientras mis pies pisan el asfalto.

http://laletratalvez.blogspot.com/2019/05/critica-la-obra-teatral-lo-quiero-ya.html

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Teatro: Marcelo Caballero presenta “Saverio”. Insulanos y gobernadoresco

por Luis de Luis / PERIODISTAS ESPAÑOLES

Yo señores, porque lo quiso así vuestra grandeza fui a gobernar vuestra Ínsula Barataria. He declarado dudas , sentenciado pleitos y siempre muerto de hambre por haberlo querido así el doctor Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera, médico insulano y gobernadoresco.

Miguel de Cervantes

La admirable escenografía sumerge y aturde (intencionadamente) al espectador y le lleva a  un lugar fuera del tiempo y el espacio, ajena a referencias, restricciones o asideros.

Es un espacio cerrado y distante por donde deambulan unos personajes preparando una farsa en la que no dudan en embaucar al público.

Es un espacio extraño, como, para hacernos una idea, una encrucijada entre los mundos de Philip K. Dick y Lewis Carroll, como si los replicantes hubieran invadido «El País de las Maravillas». 

Es el espacio que Marcelo Caballero  ha escogido para ofrecer su versión de “Saverio el Cruel” el único texto teatral de ese secreto a voces que es el deslumbrante escritor argentino Roberto Arlt, (1900 – 1942)  maestro  del arte de narrar y dueño  del sentido de la maravilla y del asombro, además de estar en posesión de una lucidez extrema.

Cualidades todas que Caballero no ha dudado en hacer resplandecer en su brillante puesta en escena (de endiablada dificultad) de “Saverio” en la que recrea el inmortal episodio del Quijote en el que, como se recordará, los duques de Villahermosa, para reírse de Sancho Panza, fingen nombrarle gobernador de la Ínsula Barataria; dispuestos a disfrutar de una sarta de sandeces se llevan una enorme decepción cuando el escudero se revela como hombre juicioso  y cabal. El juego se les ha ido de las manos.

Como se les al grupo de personajes devorados por el tedio que conciben hacer creer a un vendedor de mantequilla, Severio, que contribuir a rescatar a una dama, Susana, presa de una alucinación que la lleva a creerse una princesa perdida en el bosque mediante su participación en una farsa para devolverle la cordura.

Así, la función se mueve en tres planos distintos y simultáneos ( ya se dijo hace unas líneas que era endiablada): la creación de la farsa, la farsa en sí y la realidad de los personajes que se deslizan con precisión cronométrica ante los deslumbrados espectadores , algo a lo que no es ajeno un intenso y engrasado reparto encabezado por un iluminado Matías Marmorato como Saverio, gradualmente ahíto de poder y trascendencia y una encandilada y caprichosa Ángela Chica que no duda en marcar el paso de estos juegos de dominación, de esta danza hacia ninguna parte cuyos bailarines no encuentran un Clavileño para salir volando.

https://periodistas-es.com/teatro-marcelo-caballero-presenta-saverio-insulanos-y-gobernadorescos-119362

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Lo quiero ya: el brillante musical de los millennials argentinos

por Leni Gonzalez / LA NACION

Lo quiero ya / Libro: Marcelo Caballero y Martín Goldber / Música y letras: Juan Pablo Schapira / Elenco: Andrés Passeri, Victoria Cáceres, Sacha Bercovich, Macarena Forrester, Candela Redín, Lucien Gilabert, Lala Rossi, Julieta Rapetta, Salvador Romano, Victoria Condomi, Juan Pablo Schapira y Nahuel Quimey Villarreal / Coreografía y vestuario: Marina Paiz / Dirección musical: Juan Pablo Schapira / Dirección de actores: Martín Goldber / Dirección y luces: Marcelo Caballero / Sala: Galpón de Guevara (Guevara 326) / Funciones: domingo, a las 19 / Duración: 90 minutos / Nuestra opinión: excelente

La potencia de un musical fermenta en su recuerdo. Si somos capaces de reconocer esas canciones días más tarde, fuera del teatro y mientras cocinamos, es que la semilla germinó. Por pegadizas, porque dan ganas de bailar y gritar, porque dicen algo de nuestras vidas, porque nos dejaron felices, un efecto fiesta sin receta transferible hallado por el maestro Juan Pablo Schapira, creador de la música y las letras, y el director Marcelo Caballero, autor del libro junto con Martín Goldber. Los tres escarbaron en la obviedad del agobio diario para dar luz a Lo quiero ya, un mazazo a la generación sub-35, millennials apurados y aterrados por cumplir sus metas, pero también a cualquiera que transite una ciudad en busca de eso que quizá sea el éxito.Ads by

«Te juro que voy, bancame que llego, la calle está imposible pero ya me organicé. Yo puedo con todo, yo me encargo», dice la obertura. «¿Quién dijo que así no se puede vivir?», cantado por doce protagonistas que corren de un lado a otro, con el celular en la mano, por el laberinto Pacman armado como escenografía. Atrás, Franco de Paoli (batería), Pablo Barone (bajo) y Gabriel Mathus (guitarra), dirigidos por Schapira, que también actúa, parodiándose a sí mismo: es Kevin, el que quiere vivir de su música pero vende café detrás de un mostrador.

Igual que él, todos cumplen rutinas que no desean y sueñan lo que aún no consiguieron: Guadalupe es médica pero odia las guardias (Macarena Forrester); Inés es estudiante crónica mientras atiende mesas en un bar (Victoria Cáceres); Iván es mago pero le toca animar fiestas infantiles (Nahuel Quimey Villarreal); Giselle está perdida en la cabina del peaje (muy divertida Lala Rossi); Ana es la profesora de yoga que no consigue pareja (Julieta Rapetta); Mía, la actriz talentosa que recorre castings sin suerte (Lucien Gilabert, nominada a los Hugo como revelación); Sofía, la actriz y modelo elegida que no se siente valorada (Vicky Condomi); Walter, el director de casting que quiere ser influencer (Sacha Bercovich); Malena, una emprendedora insoportable que no consigue convencer a nadie (destacable Candela Redín), en pareja con Alejandro, más interesado en su apariencia que en la convivencia (Salvador Romano), y, por último, Luis (Andrés Passeri), el psicólogo que los coachea por teléfono a través de una aplicación que acompaña a los usuarios durante las 24 horas, tarea que también lo tiene encerrado en el sinsentido.

Cada uno canta su canción y todos son muy buenos intérpretes. Pero Lo quiero ya no es una reunión de individualidades que se lucen un poco más o menos cada una, sino que es en el funcionamiento grupal -coral, coreográfico, actoral, musical- donde se sacan brillo uno al otro, una locura coordinada como un reloj, sin desequilibrios y con una precisa dirección. Pero sobre todo lo que desbordan es entusiasmo y conexión con lo que dicen e interpretan: «resistir porque es temporal», «alcanzar la zanahoria», «estar en foco» y continuar y no parar son los mantras de estos personajes tan identificables en la realidad.

Reciente ganadora de dos premios Hugo a mejor musical del off y mejor director del off para Caballero, Lo quiero ya le canta con humor a la infelicidad histérica de los que creen que otro destino los espera. Porque ninguno está dispuesto a bajarse del formulario de objetivos, a no pagar internet, a sacarse la careta de proactivo y disponible. En ese laberinto, no hay salida ni en las drogas. «Preferiría estar muriendo lentamente atropellada por un tren pero no acá», dice. «No quiero estar acá», la que cantan todos al final, marcha no de la bronca sino de la rabia individual, vacía de culpables, asumida como regla del juego: «Seguro que a vos -repiten juntos- te pasa lo mismo».