LegallyPOCHO-1-259

Legalmente rubia: la fábula sobre lo “imposible” que saltó del cine a las tablas

por Carlos Pacheco / LA NACION

Con buenas actuaciones, ritmo y colorido, la historia de superación que Reese Witherspoon protagonizó para la gran pantalla es un fuerte atractivo de la cartelera porteña

El libro de Heather Hach sigue fielmente el guion cinematográfico de Kirsten Smith y Karen McCullah. Según la versión que se presenta en el Liceo está más desarrollado el personaje de la peluquera Paulette (amiga y confidente de la protagonista) y sobre el final queda mucho más clara la relación amorosa que van construyendo Elle y su amigo abogado Emmett.

Esta experiencia teatral local es muy destacable. La dirección de Ariel Del Mastro y Marcelo Caballero le imponen muy buen ritmo al trabajo. Las escenas, aunque algunas pequeñas, condensan con rigor las diversas situaciones por las que debe atravesar la joven Elle. Sus rutinas diarias son muy cambiantes y pelear un lugar en un universo que la rechaza la llevan a atravesar diferentes estados anímicos.

Laurita Fernández posee el carisma necesario para dar vida a su personaje. Y si a eso le sumamos que encuentra el grado exacto de ingenuidad que esa muchacha necesita para expresarse, la formula cierra perfecta. Además baila bien y aunque su voz es pequeña a la hora de cantar, logra realizar una construcción muy efectiva de Elle.

Intensos también son los cuadros donde participa el denominado por la protagonista “coro griego”, conformado por Georgina Tirotta (Serena), Camila Rosen (Pilar) y Carolina Mainero (Margot). Un trío magnífico de cantantes y bailarinas, amigas de la protagonista, que la acompañan a lo largo del espectáculo demostrándole su incondicional afecto.

Ivanna Rossi se luce notablemente como Brooke, su escena presentación dentro del espectáculo es muy potente. Reconocida actriz, bailarina y cantante sabe aportarle a su personaje de presidiaria que reclama comprensión, una fuerte credibilidad. Costa construye a Paulette con todos los guiños a los que el espectador está acostumbrado a reconocerle. Coloca su mundo en escena y juega y divierte al público.

Mario Pasik (el profesor Callahan), Federico Salles (Emmett) y Santiago Ramundo (Warner) dan vida a seres muy opuestos. Sus participaciones son pequeñas pero cada uno encuentra el tono exacto para expresar la conducta de su personaje dentro de ese mundo inquieto que Elle va construyendo.

El resto de elenco también demuestra mucha capacidad a la hora de cantar, bailar y participar de algunas situaciones. Y más aún cuando participan de las coreografías de Georgina Tirotta, que realmente poseen fuerza e intensidad.

Calificación: MUY BUENA ****

Mario Pasik (el profesor Callahan) y Federico Salles (Emmett) en la puesta porteña de Legalmente rubia

PHOTO-2023-12-15-23-01-52

Una obra capaz de exorcizar fantasmas

por Daniel Souza / LA PRENSA

No es habitual que un autor y director de teatro tenga entre manos cuatro proyectos de gran envergadura para estrenar o reponer en apenas ¡cinco meses! Sin embargo, Marcelo Caballero pisa el acelerador esta semana con los regresos de ‘Lo quiero ya’ (el martes en el Paseo La Plaza) y ‘Matilda’ (desde el viernes en el Gran Rex). Y prepara el desembarco de dos “obrones” de Broadway, como los llama: ‘Legalmente rubia’ (en marzo en el Liceo) y ‘School of Rock’ (desde fines de mayo, también en el Rex).

Lejos de los paisajes serranos de su Córdoba natal y muy cerca del rumor de los foyers, la camaradería de los elencos y el calor del público, su verano transcurre entre ensayos y reuniones con equipos creativos. Lo de ‘Lo quiero ya’ reviste un carácter especial dado que la obra ganadora del Premio Hugo a Mejor musical off y Mejor dirección de musical off en 2018, inicia su séptima temporada (los martes a las 20.30, localidades por Plateanet).

“Volver a ella siempre es hermoso, y más en este momento porque es una propuesta que, si bien lo hace con mucho humor, pone sobre el escenario algunas cuestiones de salud mental que están muy en boga», explica.

-¿Escribirla fue hacer catarsis?

-Fue la manera que encontramos (con Martín Goldber, coautor del libro, y Juan Pablo Schapira, creador de la música) de sublimar muchas cosas personales que estábamos transitando. Eso, conjugado con la forma de vida de todo el equipo que estaba detrás del proyecto. ‘Lo quiero ya’ surgió de un proceso de investigación en el que nos encontrábamos para compartir lo que nos estaba pasando, y estrenamos con la certeza de que nadie la iba a entender; esa era la sensación. Sin embargo, nos sorprendió gratamente y hoy se sigue haciendo, acá y en otros países. Aquel mensaje se sigue replicando y hay otras voces dispuestas a hacerlo resonar.

-¿Qué era lo que les generaba duda?

-Por empezar, era la primera obra que yo escribía en tono de comedia. Venía de investigar por otros lugares, de escribir textos mucho más experimentales. Primero en Rosario, que es la ciudad donde crecí, y después en Buenos Aires, donde hice un trabajo sobre ‘Las relaciones peligrosas’, luego una versión de ‘Bodas de sangre’. Y de pronto apareció esto, que no tenía nada que ver con esos universos porque es una obra conceptual donde el hilo narrativo no es lo que une las doce historias que ocurren en paralelo. Las unen, en realidad, las emocionalidades, que son sumamente complejas y a veces imposibles de contener y de abordar, y que terminan tomando el volante de nuestras vidas. Hablo de los que sentimos ansiedad o depresión, que sufrimos las angustias, los miedos, la presión de deber ser. Todo lo que implica vivir en un mundo tan globalizado y exitista como el que habitamos.

PAC-MAN

Desde el inicio de aquel ejercicio creativo y sanador que terminó dando como resultado ‘Lo quiero ya’ hasta la actualidad, el contexto social se ha ido modificando (de prepo, incluso, a raíz de la pandemia). Ese cambio de escenario ha hecho que la obra se reafirme, entiende Caballero. «El marco cambió y a la vez nosotros crecimos y se fueron potenciando en nuestro interior todos esos sentires; pero también fuimos aprendiendo a convivir con ellos. No hay manera de decir ‘esto ya no forma parte de mí’ sino que sigue latente, a veces se apaga un poco o está más despierto, pero forma parte de uno. Es un fantasma que cada tanto te visita y te dice ‘te acordás de mí, acá estoy, vamos por otra vuelta’

«La puesta en escena -agrega- se construyó justamente sobre la idea de los fantasmas. Uno de los personajes dice: ‘Somos Pac-Mans encerrados en un laberinto, que todos los días tienen que salir a ganar la mayor cantidad de puntos, escapar de sus fantasmas y al otro día volver a empezar en un nivel aún más complicado’.»

-¿Qué sensación le produce volver a enfrentarse con la obra? ¿Lo alivia?

-Me ratifica que somos eso que estamos mostrando. Y creo que tomar conciencia de eso hace que uno pueda salirse del laberinto por un rato y acordarse que estamos dentro de un juego. Me aliviana burlar por unos minutos ese sistema de puntos y fantasmas que nos persigue. Claro que es un momento apenas, porque en definitiva somos seres sociales inmersos en este gran juego que a la vez que nos contiene nos obliga a seguir participando.

-¿Qué los animó a volver ahora, en un contexto de país tan complicado?

-Es una obra a la que siempre queremos regresar. Aunque es difícil de montar: son doce protagonistas, cuatro músicos y requerimientos técnicos y de espacio que la puesta demanda porque fue pensada desde las ganas de hacer, sin medir los costos ni las dificultades para poder trasladarla. Por eso, cuando se reúnen las energías como para volver consideramos que ese es el momento. Por fortuna, es una obra que desde el estreno en 2017 siempre se está haciendo. Acá es donde más tiempo estuvo en cartel, pero hizo también tres temporadas en Uruguay y otras tantas en Perú. En México se dio dos veces, y el año pasado se estrenó en Costa Rica. Ahora está proyectada en Panamá y, para 2025, en España. Siempre hay algo que nos hace acordar que esta obra existe y sigue vigente.

MUCHOS ROSTROS

Cerca de sesenta actores y actrices encarnaron en las sucesivas temporadas porteñas los doce personajes de la obra. En la rentrée de 2023, que comenzó con un horizonte de ocho funciones y se extendió por varios meses, el rol que menos cambios tuvo pasó por tres actores diferentes.

El elenco actual está conformado por Lucien Gilabert, Julián Pucheta, Estefanía Alati, Fede Fedele, Marta Mediavilla, Julián Rubino, Michelle Wiernik, Camila Ballarini, Renzo Morelli, Julieta Rapetta, Joaquín Catarineu y Lala Rossi. «Esto es teatro independiente. Poner una obra a funcionar requiere de un esfuerzo importante; entonces siempre se vuelve por un ratito. Probamos dos o tres meses, y si el público acompaña vamos estirando. Y es ahí cuando el elenco, ya comprometido con otros trabajos, empieza a cambiar», justifica el coautor y director general.

Si ‘Lo quiero ya’ lo ayudó a aventar sus fantasmas de joven adulto, ‘Matilda’ -dice- es un pasaje de regreso a su infancia. “No por la obra en sí misma sino por el contacto con los tres elencos de niños, en los que me veo reflejado. Empecé a actuar en teatro desde muy chico y descubro en ellos la inconsciencia que yo mismo tenía cuando disfrutaba de la fiesta en que se convierte cada función”.

De esa propuesta y de ‘Legalmente rubia’, que protagonizará Laurita Fernández, valora “la libertad con la que trabajamos, porque si bien el libro y la música vienen de afuera, todo el equipo creativo es argentino y la forma en que se desarrollan los proyectos hace pie en nuestra idiosincrasia”.

Lo de ‘School of Rock’ será la concreción de un mega musical que transitaba su proceso de ensayos cuando se declaró la pandemia y que, al cancelarse, dejó en todos los involucrados un sabor amargo. Estrenarlo le dará a Marcelo Caballero la oportunidad de volver a salir del laberinto por un rato para confirmar que la vida es un juego que vale la pena seguir jugando.

MATI

«Matilda, el musical»: mucho más que una niña brillante

por Candela Gomes Diez / PAGINA 12

La versión local del espectáculo inspirado en el clásico de Roald Dahl despliega una escenografía ambiciosa, pero lo mejor está en las interpretaciones. 

Pocas veces se generan tantas expectativas en torno a un estreno teatral. Y Matilda, el musical es precisamente un ejemplo de ese tipo de fenómenos. Fue en octubre del 2022 cuando el productor Carlos Rottemberg anunció el desembarco de la súper producción en Buenos Aires y, desde ese momento, la obra empezó a fabricar un aura especial. Y eso es lo que se confirma en escena con un espectáculo que revoluciona la calle Corrientes en el más literal de los sentidos.

El clásico escrito por Roald Dahl y publicado en 1988, vendió más de 250 millones de libros e inspiró la recordada versión cinematográfica de 1996 dirigida por Danny DeVito y protagonizada por la icónica Mara Wilson. Y más acá en el tiempo, en 2022, Netflix lanzó una adaptación en formato musical que retoma a su vez lo que fue el éxito teatral de esta historia que debutó en la plaza londinense en 2011 para trasladarse a Broadway dos años más tarde. Los buenos antecedentes prepararon el terreno y la versión local logra estar a la altura.

La historia es bien conocida. Matilda es una auténtica niña prodigio. Inteligente y sensible, cuestiona el orden de las cosas e inquieta a quienes la rodean con sus reflexiones punzantes. La pequeña devora libros y puede hacer cálculos matemáticos complejos a la velocidad de la luz, pero su padre, su madre y su hermano, adictos a la televisión y a cualquier contenido fácil de digerir, no la pueden ver ni en figuritas. Y las cosas en la escuela no se ponen mejores, porque la directora de la institución, la temible Tronchatoro, odia a los niños y su único objetivo en la vida es hacerles la vida imposible. Pero no todo es malo. La señorita Miel y un grupo de compañeros “revoltosos” serán sus aliados perfectos en su propósito de impartir justicia.

El despliegue escénico anticipa lo que se verá en escena. Las letras del alfabeto copan la sala del Gran Rex en una escenografía ambiciosa diseñada por Jorge Ferrari. Pero la fortaleza está puesta en el plano interpretativo. Isabella Sorrentino (una de las actrices que comparte ese rol junto con Catalina Picone y Victoria Vidal) conmueve con su carisma para el canto, el baile y la actuación y se pone al frente de un elenco infantil que derrocha energía y frescura sobre tablas. En ese marco, personajes más secundarios -pero no menos importantes para el argumento- como el de Bruce, Amanda y Lavanda también tienen sus momentos destacados.

Con la conciencia de que se ofrece una obra para toda la familia, pero con un contenido que no subestima al público infantil sino que, leal al espíritu de Dahl, lo incluye y lo interpela, la dirección de actores logra que también en el elenco de los adultos todos se luzcan en su rol. En su papel de madre de Matilda, Metilli echa mano a sus recursos de experta comediante y Listorti, como el padre, se anima a una actuación en la que incluso hace algún guiño a su trayectoria televisiva. Por su lado, Laurita Fernández, que ya tiene un importante recorrido en el género, encarna con la dulzura justa a la señorita Miel. Pero, en este punto, sin duda, resalta el trabajo de “Soy Rada” como Tronchatoro. Camuflado con una caracterización monumental, el actor acapara toda la atención con su interpretación todoterreno de la villana.

Referente ineludible de la literatura infantil, Dahl fue uno de los pioneros en darles una voz a las infancias. Matilda es una prueba de eso. En un contexto en el que se avanza en cuestiones de género y diversidad, las niñeces aún no logran hacerse un lugar importante en la agenda. El adultocentrismo gobierna en las casas y en las escuelas, y los más chicos quedan a merced de las reglas de ese mundo. Pero frente a eso, la heroína de este musical tiene cosas para decir. Y ese es el punto más alto de esta propuesta. Porque la historia de Matilda no es sólo la de una niña brillante, sino antes la de una niña que quiere ser libre y hacer valer sus derechos.

https://www.pagina12.com.ar/556540-matilda-el-musical-mucho-mas-que-una-nina-brillante
ttb1

Tick, Tick… Boom!: viaje musical a los 90

por Nicolas Colfer / Página 12

Situada en los 90, la puesta teatral local de Tick, Tick… Boom! crece al ritmo de las canciones (es un musical) y tres actuaciones que la rompen. El vih en sus comienzos, la dificultad por elegir entre el arte y el dinero y la fortaleza que dan los vínculos de amistad son parte de la propuesta. 

Después del éxito que tuvo la adaptación cinematográfica de Lin-Manuel Miranda, que entre otras cosas le valió a Andrew Garfield una nominación al Oscar por descoser el papel principal, era cuestión de tiempo para que Tick, Tick… Boom! se propagara por todas las mecas del teatro musical. 

El mes pasado llegó al Paseo La Plaza, con dirección de Ariel del Mastro y Marcelo Caballero. En clave autobiográfica, la obra nos muestra el proceso creativo de Jonathan Larson en el momento más crítico de su vida. A punto de cumplir treinta, el pibe se debate entre pegar un buen laburo y dedicarse a escribir una obra que lo catapulte al éxito. Mientras tanto, trabaja en uno de esos cafés estadounidenses que nos recuerdan que ni ahí son el mejor país del mundo. Y tiene novia, obvio, pero ella no quiere saber nada con la vida bohemia a la que él está agarrado. 

Cuando el capitalismo aliena a tu pareja, you know… Para colmo, es 1990. La homosexualidad sigue siendo un tabú y el mejor amigo de Jonathan está sufriendo los primeros reveses del SIDA. Acá entramos nosotres: Tick, Tick… Boom! nos lleva de nuevo a la Nueva York de la pandemia (de aquella, la original y repetible) para recordarnos que, incluso en el pináculo del sueño norteamericano, la propagación del SIDA fue devastadora. Lo interesante es que, a diferencia de otras narrativas similares, Tick, Tick…Boom! no nos expulsa con la lejanía de sus representaciones. 

Al contrario, rescata la impotencia y el dolor de aquellos años con un filo preciso, que nos permite espejar la desolación de nuestra experiencia local. La argentinidad le queda bien a esta adaptación. Si no fuera porque la historia nos sitúa permanentemente en la Gran Manzana, bien podríamos comprar que Larson vive en el Abasto y su amigo labura en Microcentro. Las canciones, adaptadas al castellano por Marcelo Caballero, Lucien Gilabert y Juan Pablo Schapira, parecen extrapolaciones del rock nacional.

Es una partitura con relieves; los temas no nos dejan nunca en el lugar al que nos hacen pasar. Un plus: la fuerza del trío protagónico. Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez se compenetran y nos hacen cómplices de su química. Los momentos duros tienen matices de ternura y nos recuerdan que, en más de un sentido, hoy estamos mejor. No se pierdan Tick, Tick… Boom!; quedan cuatro funciones y dan ganas de abrazar amigues.

https://www.pagina12.com.ar/446839-tick-tick-boom-viaje-musical-a-los-90

ttb2

«Tick, Tick… Boom!»: «Contamos algo universal»

por Solange Levington / TELAM

El musical autobiográfico del autor neoyorquino Jonathan Larson que en 2021 popularizó Netflix con la película que encabezó Andrew Garfield, se presenta los martes a las 20.30 en el Paseo La Plaza. Aborda «la angustia universal que aparece cuando sentimos que se acabó el tiempo para alcanzar nuestros sueños», destacó su director.

El director Ariel del Mastro, quien montó junto a Marcelo Caballero una versión local de «Tick, Tick… Boom!», el musical autobiográfico del autor neoyorquino Jonathan Larson que en 2021 popularizó Netflix con la película que encabezó Andrew Garfield, destacó que la puesta que se presenta los martes a las 20.30 en el Paseo La Plaza aborda «la angustia universal que aparece cuando sentimos que se acabó el tiempo para alcanzar nuestros sueños».

«Yo había visto que la película hablaba de la historia de un montón de gente que a los 30 años no sabe muy bien qué hacer y eso es algo universal», comentó Del Mastro, director de los espectáculos «Tini», «High School Musical» y «Cabaret», entre otros.

Al respecto, Marcelo Caballero, amigo y coequiper desde hace seis años, que escribió y actualmente también dirige el musical «Lo quiero ya» (que va los jueves en el Paseo La Plaza), agregó que al momento de elegir una obra se preguntan qué tiene la pieza para ofrecerle al público.

«Y si bien `Tick Tick Boom´ es la historia de un artista en crisis, también es la de cualquier persona que está buscando encontrarse«, apuntó sobre la obra cuya reversión local encabezan Federico Couts, Lucien Gilabert y Pedro Velázquez con Giuliana Sosa (piano), Juan Pablo Sosa (batería), Leandro Biera (guitarra), Fernando Oviedo (bajo) y Pedro Sosa (teclados).

Este musical autobiográfico invita a espiar la intimidad del proceso creativo de Jon Larson en la Nueva York de los 90, donde el SIDA era una epidemia y la homosexualidad aún seguía siendo un tabú.

Estrenada en el off Broadway en 1990, «Tick, Tick… Boom!» presenta a un Larson seis años antes del 25 de enero de 1996, cuando murió de un aneurisma antes del estreno de «Rent» la obra que lo coronaría como uno de los grandes compositores de la historia del teatro musical, que le valdría un premio Pulitzer y un Tony como mejor musical.

Tres décadas después, esa historia se convirtió en un filme dirigido por Lin-Manuel Miranda y protagonizado por Andrew Garfield que se estrenó por Netflix y recibió, entre otros galardones, dos Globos de Oro y dos Premios de la Crítica Cinematográfica de Nueva York, además de dos nominaciones al Oscar.

En medio de aquel furor, la pieza que había tenido una primera versión en la década pasada, desembarcó nuevamente en la Avenida Corrientes.

Del Mastro director de los espectculos Tini High School Musical y Cabaret entre otros
Del Mastro, director de los espectáculos «Tini», «High School Musical» y «Cabaret», entre otros.

«Fuimos la pistola más rápida del oeste -se ríe Caballero- porque hubo mil personas que corrieron atrás de los derechos de la obra después de la película y nosotros llegamos primeros».

En medio de las funciones de «Tick Tick Boom», que se presenta los martes a las 20.30 hasta el 30 de agosto, conversaron con Télam:

-Télam: ¿Cómo surgió el proyecto?

-Marcelo Caballero: 
Yo había visto la obra en Buenos Aires hacía mucho tiempo, en otro momento de mi vida, y no me había interpelado. Y cuando Lucien Gilabert me dijo «por qué no la hacemos» me puse a investigar y esta vez sí me sacudió porque tiene que ver con una charla recurrente con Ariel sobre los temas de los que nos interesa hablar en el teatro. Y si bien «Tick Tick Boom» aborda la crisis de un artista, también es la de cualquier persona que está buscando encontrarse.

-Ariel Del Mastro: Yo había visto la película y había un montón de cosas que me atravesaban: es una historia de artistas o de un montón de gente que a los 30 años no saben muy bien qué hacer. Es universal, así que me sentí muy identificado por montones de cosas de la vida de los artistas, a todos mis compañeros les pasa y me parecía muy interesante poderla contar.

-T.: ¿Cómo fue el proceso de adaptar la obra a un lenguaje y a una idiosincrasia más local?

-MC.:
 Para mí el teatro es la posibilidad de dialogar con gente que no nos conoce y me ocupa mucho cada vez que me cae una obra que no es mía poder adaptarla a mis contemporáneos. Además, el argentino que paga una entrada está buscando que le hablen, le muevan el ‘cuore’ un poco e irse diferente.

-ADM.: Si bien está claro que sucede allá, me parece que contamos algo universal, que eso que le sucede al personaje nos puede pasar a cualquiera. Hay muchos musicales que se extrapolan de afuera y quedan un poco lejanos, entonces cuando hicimos la adaptación tratamos mucho que haya algo en el lenguaje y forma de contarlo que sea nuestro.

-T.: ¿A ustedes qué les sucedió con el material?

-MC.: Me llevé la pregunta acerca de cómo se habita la crisis, cómo atravesar ese momento que es una oportunidad y al mismo tiempo te puede detener completamente y podés quedar estancado durante años hasta resolverla. Lo que trae esta obra es la noción de observar la crisis y entender que uno tiene que mantenerse en movimiento porque uno no sabe lo que está creando. Eso es lo más loco: Jonathan Larson murió sin saber que cambió la historia del teatro musical.

Tick Tick Boom se presenta en el Paseo La Plaza los martes a las 2030 hasta el 30 de agosto
«Tick Tick Boom» se presenta en el Paseo La Plaza los martes a las 20.30 hasta el 30 de agosto.

-T.: La obra está llenando todas las funciones, ¿cuál creen que es el atractivo?

-ADM.: 
Creo que hay muchos factores. El musical tiene un público pero ese público también se acaba. Tiene que ver con que haya sido una película de Netflix, que le dio una popularidad que, si no, quedaría solo para la gente del musical.

-T.: ¿Creen que la película sirve como impulsor de la obra o le temen a las comparaciones?

-MC.: 
Creo que tiene un foco diferente, entonces son dos formas distintas de cantar la misma canción. Vas a escuchar las mismas canciones, la misma historia, pero no atravesada por la misma gente ni hemos llegado a las mismas conclusiones de la película, porque para la sociedad en la que se pensó esa película, que es un éxito a nivel mundial, hay una impronta que tiene mucho que ver con Estados Unidos, en Nueva York de esa época y mucha referencia para el que conoce la ciudad. Esta hace más foco en lo individual y de la crisis a todo nivel no solo el personaje de Larson.

-ADM.: Además, las comparaciones van a existir siempre, a mí no me importan mucho porque el hecho teatral y el hecho cinematográfico no son comparables; son maravillosos los dos y cada uno tiene sus características. La película influyó un montón, la preventa debe tener que ver con la película. Después tiene que estar bien hecho. Pero que haya sido una película que le gustó a tanta gente y trascendió el gueto del teatro.

https://www.telam.com.ar/notas/202207/600165-del-mastro-version-broadway-tick-tick-boom.html

La nacion

Marcelo Caballero: un director para descubrir, con lenguaje propio para el nuevo teatro musical

por Gustavo Lladós / LA NACION

Un perfil del autor y director de Lo quiero ya, la obra que va por su cuarta temporada, es un éxito que adora el público más joven y se replica en distintas ciudades del mundo y del interior del país; además, acaba de sumar a su cosecha su primera comedia de texto: Somos nosotros.

Es uno de los mejores exponentes del nuevo teatro musical. Marcelo Caballero es actor, director de actores, autor y director, y en los últimos años ha ganado prestigio y renombre en la escena off, con espectáculos como Las relaciones peligrosas y Piano Blanco (que escribió y dirigió) y Raíces y David (que montó), amén de su trabajo interpretativo en el infantil Hora libre. También se fogueó en el circuito comercial, como asistente de dirección de los mega musicales Aladín y American Idiot. Hoy se destaca con Lo quiero ya, el musical de y para millennials que escribió y dirigió y que se puede ver todos los jueves en el Paseo La Plaza y, también, con la comedia de texto Somos nosotros, que escribió junto a Macarena Del Mastro y en la que se ocupó de la dirección de actores, que va de jueves a domingos, en el mismo teatro, y que trata sobre “cómo están constituidas las parejas hoy y qué sucede cuando aparece un tercero que nos genera algo, ya sea amor o calentura. De eso no se hablaba o se mantenía en privado, ahora lo vemos todos los días en televisión. Lo de la China Suárez con Mauro Icardi y Wanda Nara es sólo un ejemplo. Por eso me planteé una obra en la que los personajes actúan honestamente y se cuentan lo que les pasa, algo más de mi generación”.

“De chiquito mi primera meta fue ser nadador, pero en cuanto me zambullí en el teatro musical, y comprobé que tenía facilidad para cantar, bailar y actuar, mi vida cambió para siempre”, confiesa este cordobés de Villa María, pero formado en Rosario, donde estudió de los 11 a los 17 años la carrera de Teatro Musical para adolescentes en el famosísimo Teatro El Círculo. “Estar todo el tiempo dando vueltas dentro del teatro luego me llevó a la dirección, porque salía de una clase y me inmiscuía en los ensayos, veía las puestas de luces, el armado de las escenografías y todo lo que sucedía en el escenario. Hubo algo de ver la maquinaria detrás de un espectáculo que me movilizó. Lo que más me apasionaba era presenciar los montajes de las óperas, me parecían mágicos”, recuerda el artista de 36 años. No obstante, empezó dirigiendo teatro clásico (“aunque siempre dándole a la música un lugar muy importante en las puestas”), mucho Federico García Lorca, Roberto Art y Florencio Sánchez.Ads by

Luego, a los 19, impulsado por otra de sus pasiones –la política–, y como miembro de una organización no partidaria de derechos humanos, viajó tres meses a Roma y Berlín en un programa de intercambio “para gente que estuviese metida en organizaciones, pero con una fuerte incidencia artística”. Amén de la riqueza de la experiencia social en sí, aprovechó el tiempo para conocer la forma de trabajar en la Berliner Ensemble, compañía-ejemplo de que “el teatro musical alemán es uno de los más desarrollados del mundo y está acompañado por una industria muy fuerte. Ahí trabajaban las obras de Bertolt Brecht de una manera en la que ningún argentino se animaría a decir que eso es teatro musical, pero lo es. Para nosotros hacer Brecht es hacer teatro tradicional, por más que canten y tenga una convención más cercana al teatro musical. Esto fue una apertura de cabeza muy fuerte y de entender que si yo quería llegar a ese nivel de dimensión y competitividad, Rosario me iba a quedar chico”. Entonces se mudó a Buenos Aires.

Ya en la gran ciudad, su primer trabajo fue como actor en Barbie Live!, el show sobre la muñeca internacional que protagonizaba Liz Solari en el teatro Ópera. Después participó del infantil Hora libre y de muchísimas audiciones, hasta que Rubén Roberts lo invitó a ser el asistente de dirección de sus espectáculos infantiles. Así se fogueó en cuestiones coreográficas y de dirección de actores. “Luego se encendió la llama para volver a generar mis propios proyectos, como sucedía en Rosario, y encontrar mi propio lenguaje. Hay algo en el contar una historia en forma propia que siempre me ocupó la cabeza. En fin, la búsqueda de un estilo. De chico, cuando miraba una película con mi vieja, admiraba los estilos de Bob Fosse y Federico Fellini y me decía: qué maravilla sería poder hacer esto en el teatro, pero a mi manera, y que alguien diga: esto le pertenece a Marcelo Caballero, esto es de él. Después entendí que eso también sucedía en el teatro. Este sigue siendo mi mayor objetivo hoy en día, la concreción de un estilo propio, de ahí mi búsqueda permanente”, comenta.

Su primer intento en ese sentido fue Relaciones peligrosas, al que le siguió Bodas de sangre, “donde intenté que todo el mundo entienda la obra sin popularizarla, que fuera un vehículo para hablar con el público del amor, la familia, la traición y la muerte, y convertí las poesías de Lorca en canciones”. En ambos casos fue versionista de textos consagrados, el autor nacería recién con Lo quiero ya, el musical de culto que estrenó en el off en 2017 y que ahora acaba de comenzar su cuarta temporada, esta vez en el circuito comercial. “Este espectáculo marcó un antes y un después en mi carrera”, comenta Caballero. “Yo venía de golpear muchas puertas y de ver que no se abría ninguna, de dar clases un mismo día tanto en Moreno como en Chacarita, y de no llegar a fin de mes. No me estaba sucediendo eso de vivir de lo mío, hasta que, de repente, me llamaron para hacer en verano Tristán e Isolda (sobre la obra de Marco Antonio de la Parra) en Villa Carlos Paz. Por supuesto no venía nadie, a tal punto que salíamos a la calle a regalar las entradas. Pero un día salió una crítica en el diario La Voz que decía: “Por fin teatro de verdad en la Villa”. Ahí sentí que al menos una persona, un crítico teatral, me comprendía, entendía lo que yo quería contar. Eso no se tradujo en público, pero sí en nominaciones a los premios Carlos y en mucha visibilidad. Por eso me llamó Helena Tritek para hacer la asistencia de dirección de El diario de Ana Frank, con Ángela Torres como protagonista. Con Helena fue amor a primera vista y por eso trabajamos muy bien, pero ahí no terminó mi cambio de suerte. Luego la productora de la obra, Diana Fridman, me convocó para ser el asistente de dirección de Ariel Del Mastro, en American Idiot. Ahí empezó a rodar finalmente la rueda”, concluye.

A partir de entonces estableció una relación laboral intensa con Del Mastro, que tuvo un pico exponencial cuando adaptó la pieza Juegos a la hora de la siesta, de Roma Mahieu, para que el hijo de Nacha Guevara la dirigiera en formato musical (con el nombre acotado de Juegos), y que hoy se resume en que el reconocido director de Cabaret, Aladín, Eva, Peter Pan, Despertar de primavera y Tango feroz dirija su nuevo opus: Somos nosotros. “Para mí trabajar con Ariel es como una escuela, tiene una sensibilidad artística muy fuerte y entiende la técnica como una herramienta artística, por su pasado de iluminador no ve a una luz como algo que se prende y punto o como una cuestión de cablerío, sino como a un elemento que viene a contar algo o a completar el cuadro general. En fin, es un gran generador de lenguaje, por eso nos llevamos tan bien. Es un amigo y un maestro al mismo tiempo”, precisa.

¿Cómo surge, luego, el proyecto del musical Lo quiero ya?

–Surge en 2016, como un proyecto de amigos. Me contactó la actriz Lucien Gilabert (que hoy sigue integrando el elenco de la obra) y me dijo que con otros actores había pensado en mí para que escribiera y dirigiera algo. Me habla de la ansiedad, que era como el motor que los reunía, y ahí empiezo a recapitular todo aquello que contaba antes: lo de no encontrar el lugar, lo de las cosas que no se dan y de sentirme ahogado en la ciudad, una Buenos Aires que a veces no te ofrece las posibilidades de desarrollarte y crecer, pero a la vez te exige que tengas éxito. Mientras eso sucede, todos estamos desesperados buscando la manera de sobrevivir. Bueno, todo eso quedó plasmado en Lo quiero ya. Luego de tres meses de improvisaciones con el elenco, y de mucho estímulo, en los que reescribí muchísimo junto a Martín Goldber (el co-autor), llegamos a esto que es un musical conceptual, en el que la narrativa está en un segundo plano. Aquí lo más importante no es la historia sino cómo cada personaje se siente frente a la realidad que te comenté previamente. Todo se terminó de acomodar cuando apareció la alegoría del Pac-Man, la idea es que todos somos Pac-Mans en un laberinto, del que salimos todos los días para cazar la mayor cantidad de monedas posibles, escapando de nuestros fantasmas para volver a dormir y levantarnos al otro día para hacer exactamente lo mismo, sólo que en un nivel más complicado.

¿Le tuviste fe desde un principio a la obra? ¿Pensaste desde el vamos que lograrías semejante éxito y que duraría tantos años en cartel?

–No. El día del estreno pensé: esto no lo va a entender nadie. Creía que no iba a pasar nada con la obra y, es más, nos iban a decir: ¡ustedes están mal de la cabeza! Porque se trataba de un vómito con todas las cosas que nos aquejaban. Y no tenía un principio, un desarrollo y un final, sino que era un espectáculo conceptual. Sin embargo, empezamos a ver que el público se identificaba mucho con lo que pasaba en el escenario. Eso luego también pasó en otras latitudes, con otras versiones de la obra, pese a las diferencias idiosincráticas. Estaba claro que lo que nos pasaba a nosotros acá, en Buenos Aires, también estaba molestando en otros lugares del mundo.

En Lo quiero ya, Caballero comparte autoría con Martín Golber (libro), pero también con el prolífico Juan Pablo Schapira, responsable de las letras y la música. El nuevo elenco está integrado por Lucien Gilabert, Julián Rubino, Julián Pucheta, Elis García, Renzo Morelli, Karina Barda, Federico Fedele, Victoria Condomi, Pablo Turturiello, Luana Pascual, Lala Rossi, Julieta Rapetta, Camila Ballarini, Pedro Raimondi y Pilar Rodríguez Rey.

A lo largo de los años y de las distintas versiones, ¿cuánto se ha modificado el espectáculo?

Lo quiero ya se estrenó en 2017 en (la sala del off) El Galpón de Guevara. Desde entonces tuvo cuatro versiones en Buenos Aires, en las que la obra fue mutando y contó con distintos elencos. Nosotros fuimos creciendo con la obra y ella con nosotros. Lo que habíamos escrito para la primera versión tenía el peso de una persona de 30, ahora que ya tengo 36, la obra cobró otro sentido. Hay algo de ese dolor que genera el sistema que ahora cala más profundo y es más desesperante.

Pocos saben de la internacionalización de la obra. ¿Cómo se produjo?

–Todo empezó cuando en 2018 ganamos el premio Hugo en los rubros Mejor Musical Off y Mejor Dirección. Fue una enorme sorpresa para nosotros, para el medio y para la gente en general, que empezó a preguntarse: ¿qué es esto, qué es esta obra? Alertado por los comentarios y el “runrun”, un productor uruguayo vino a verla y decidió montarla en Montevideo. Allí fue un exitazo durante tres temporadas y ganó el Premio Florencio Sánchez al Mejor Musical. Luego, la filmación y posterior visión en la plataforma Teatrix también nos dio difusión en otros lugares del mundo. Por eso llegaron los pedidos para montar la obra en Bogotá, Guadalajara y Lima; y en breve se sumará otra versión en el Distrito Federal de México. Incluso llegó a hacerse una lectura de la obra en Nueva York con vistas a ser montada en algún teatro en español, pero la pandemia lo impidió. No obstante, la productora interesada –Escuchame, integrada por varios argentinos– decidió hacer una versión en concierto por streaming, aprovechando a los elencos de todas esas ciudades latinoamericanas e incluso, el de Rosario, que hizo su propia versión. Ese streaming fue muy emocionante, con 50 personas cantando al unísono todas las canciones. No me lo voy a olvidar jamás. Ahora la obra acaba de estrenarse con elenco y director propios en Mendoza y Córdoba, así que Lo quiero ya no sólo se ha internacionalizado sino que se ha convertido en una obra federal y eso me llena de muchísimo orgulloso. Está claro que la obra habla de lo que nos pasa a nosotros acá, en Buenos Aires, pero también de lo que molesta en otros lugares del mundo.

2

Juegos… ¿Cuál es tu límite?: la crueldad del ser humano

por Pablo Gorlero / LA NACION

En 1976, el año en que Roma Mahieu estrenó su primera obra: Juegos a la hora de la siesta, recibió los premios Molière y Talía. Fue un suceso de público, pero cuando los militares se dieron cuenta de su significado, la prohibieron a principios de 1978 por «su contenido manifiesto de postulados disociantes y la descripción de técnicas propias de la subversión». Cosas de aquellos siete largos años. La obra muestra a un grupo de ocho chicos en una tarde de juegos. Esa idea sirve para reflejar, a través de la violencia infantil, la opresión sádica y salvaje de la sociedad, desde una visión piramidal, y de los mismos individuos, como comunidad. No es una simple mirada sobre el mundo de los niños, sino que ellos son utilizados como un reflejo de los adultos. Es decir, el sadismo de los mayores queda plasmado a través de las distintas aristas de la brutalidad infantil.

Lo que hacen estos chicos es imitar los comportamientos más salvajes y mezquinos de los grandes. Hay un tirano déspota, amado y temido, algunos «diferentes», el que tiene condición de esbirro, y algún inocente peligroso. Ellos compiten por un status y el miedo es el protagonista principal de estos «juegos». La muerte ronda también, pero el temor que la rodea no es más que miedo a la vida. Es una parábola de la crueldad, expuesta en forma cruda

Juegos… es una versión musical de la obra de Mahieu, inteligente mirada de los talentosos Marcelo Caballero y Juan Pablo Shapira que supieron condensar lo necesario como para cederle terreno a la música y lo visual. Porque esta no es una obra presencial, sino un streaming a ocho cámaras. De los mejores que se han hecho sobre una obra de teatro. Ariel del Mastro tiene el mérito, con su mirada abarcativa y exquisita, en un espacio amplio, despojado pero muy bien aprovechado. Es una propuesta inquietante, con coreografías funcionales, dinamismo y una tarea interpretativa que resalta los ribetes más absolutos del teatro de la crueldad. El elenco de jóvenes talentos es compacto y sobresaliente, pero corresponde resaltar los trabajos de Agustina Cabo, Nicolás Cúcaro, Tomás Kirzner y Julia Tozzi. En la actuación se hace la diferencia.

https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/teatro/juegos-cual-es-tu-limite-crueldad-del-nid2536466/

Captura de pantalla 2023-06-18 a la(s) 23.51.46

Somos nosotros: una divertida propuesta sobre el poliamor

por Monica Berman / La Nación

La obra que dirige Ariel del Mastro logra una clara empatía con la platea, que goza y ríe sin parar.

Somos nosotros es un conjunto de personas, adultos jóvenes, cuyo plural remite a un “nosotros” exclusivo. Quienes arman ese universo son ellos, los del escenario, y todos los otros que coinciden con ellos. El eje central de la dramaturgia es el concepto de poliamor: se preguntan si es posible amar a dos personas la vez. Vale si el espectador o la espectadora no piensa que sí de antemano. Si piensa que sí, todo el juego de argumentos se invalida.

Respecto de la puesta escenográfica hay algo muy interesante, se supone que lo que se tematiza es un concepto que transgrede la norma, que pone en cuestión la larga tradición de la monogamia (ninguna tradición se construye sola) y el espacio escénico es verdaderamente mutante: los practicables blancos, sobre una alfombra del mismo color permiten sostener todas las transformaciones en espacios y en colores en función de la iluminación. Los juegos de metamorfosis se producen ahí, en el lenguaje escénico.

Respecto de las actuaciones, todos despiertan la empatía y la complicidad en la platea pero cabe destacar a quien logra un trabajo más sutil porque va del trazo grueso de personaje exacerbado a otra construcción casi opuesta: Lionel Arostegui.

Una pequeña aclaración: si el lector es amante de Casa tomada, de Julio Cortázar, sepa que se va a encontrar con dos lecturas de ese cuento: una en chiste –pero los chistes son chistes–, y una en serio que es, al menos, polémica.

sn1

CRÍTICA: SOMOS NOSOTROS

por Teatros Argentinos

«Somos Nosotros» es una obra de Macarena Del Mastro Marcelo Caballero, que plantea una historia conocida (como dicen ellos mismos «hasta acá, una obra más») cuando un tercero irrumpe en la vida de una pareja feliz y el mundo que habían construido se sacude. 

Pero lo ya conocido o previsible, va mucho más allá de lo esperado y se desata una comedia excelente que pone en escena esas preguntas que pasan por la cabeza y que no se suelen plantear a la pareja. A partir de ahí surge la pregunta ¿Cuánto te animás a compartir con tu pareja?. 

La obra toma como punto de partida una tentación cotidiana y la despliega con intensidad, humor y vértigo, invitándonos a repensarlo todo. 

«Somos Nosotros» es la primera obra que vemos que toca el tema de la infidelidad, la monogamia, los prejuicios y el amor abierto con tanta madurez. Si bien es un tema actual y para muchos polémico, felicitamos a Del Mastro y Caballero por la inteligencia con la que escribieron el texto, porque las risas fluyen y crecen con el correr de la obra, dando como resultado una comedia excelente, y para nada pasatista. 

Qué bueno ver que autores argentinos hayan creado una obra como ésta, que es digna de representar a la Argentina en cualquier otro país como ya lo han hecho otras obras. Se merece ser representada en varios países e idiomas.

El éxito de «Somos Nosotros» se centra en que encara el tema de las relaciones desde el amor y no desde el sexo, y ahí se diferencia de lo ya visto o leído. A partir del amor, tocan tantos temas como la hipocresía, la mirada ajena, la comprensión, y los sentimientos desde otro enfoque, lo que hace que esta obra se destaque en la actual cartelera porteña.   

El elenco es inmejorable y está integrado por Sofía PachanoTomás FonziFederico CyrulnikMicaela Lapegüe Lionel Arostegui. Las interpretaciones son frescas, sentidas, naturales y divertidas. Ellos son clave para lograr el gran resultado que se ve en escena; pero todo cierra a la perfección gracias a la dirección general de Ariel Del Mastro.

Otro punto a destacar es la escenografía. Es simple y es moderna, y en conjunto con un perfecto diseño de iluminación, generan un entorno visual ideal para el espectador.

«Somos Nosotros» es de esas perlitas que aparecen de vez en cuando en las temporadas y, por todo lo dicho anteriormente, es un combo teatral perfecto que les recomendamos ir a ver.

https://www.teatrosargentinos.com/2022/01/critica-somos-nosotros.html
image

Juegos

por Rita Hostt / SOBREBUE

El nuevo espectáculo de Ariel del Mastro es el nuevo hit del musical argentino. La temática pega fuerte y la música original es imperdible.

Basada en la obra prohibida de Roma Mahieu, Juegos nos abre el mundo de un grupo de compañeros de escuela que, lejos de las miradas del mundo adulto, exploran a través del juego sus lugares menos permitidos. Los juegos serán el canal por el cual se expondrán problemáticas tales como el bullying, la discriminación, el descubrimiento del cuerpo, los secretos familiares y los límites, liberando la violencia y los prejuicios contenidos.

El espectáculo fue creado para verse por streaming pero estrena presencialmente el 10 de enero y ya se sabe que va a ser imperdible, así es cuando hay un equipo que desborda tanto talento. Los jóvenes artistas (que la rompen) son: Agustina Cabo, Nicolás Cucaro, Tomás Kirzner, Carolina Kopelioff, Alan Madanes, Maia Reficco y Julia Tozzi. De la adaptación, la dirección de actores, las letras de canciones y la puesta en escena se encarga nadie menos que Marcelo Caballero, ¿Te suena Lo quiero ya, mejor musical off 2018?. Donde está Caballero es probable que también esté Juan Pablo Schapira -y viceversa- quien se ocupa de la música, la dirección musical y las letras de canciones. Muchas ganas de que salga el disco porque los temas son una bomba. Cuando un dúo funciona, se nota, Schapira y Caballero ya trabajaron juntos en Lo quiero ya, Piano blanco, La población y Una mísera historia.

De Ariel del Mastro no podemos esperar nada menos que un espectáculo con todas las letras, acá el foco está puesto en contar el cuento y la atención no se escapa para ningún otro lado. Juegos es una obra que se hace preguntas y las responde visceralmente, es pura pólvora y peligro, está viva. Súper recomendable.