La Pasión irrefrenable es uno de los temas más abordados por el teatro desde sus comienzos y la justificación de lo que por ella se sacrifica es el pilar que ha ocupado a incontables dramaturgos. Es probablemente la posición antagónica que toma Marco Antonio de la Parra en su «Tristán e Isolda» lo que la hace necesaria, esa actualización del mito sobre el deseo ineludible que conduce a la tragedia de manera constante y precisa a través de la culpa y de la represión, de la frustración y de la excitación al hacer ancla en los recuerdos.
A diferencia de los héroes románticos que la historia resalto como iconos, Tristan e Isolda no luchan por vivir unidos sino por mantenerse separados, su lucha es por sus vidas perfectas aunque carentes de ese algo que el otro aporta. Ellos no pueden tocarse, no con sus cuerpos, pero lo hacen con sus palabras, se enroscan en sus cabezas y sacian esa adicción reprimiendo el contacto físico, pero sabiendo (aunque se prometan lo contrario) que todos los espacios emocionales que habitan cuando se encuentran volverán a ser visitados, una y otra vez mientras haya vida, porque vivir ese espacio es lo que hace que esta cobre sentido.

TRISTAN E ISOLDA se representó durante las temporadas 2017 y 2018 en la ciudad autónoma de Buenos Aires y en la temporada de verano 2018 de Villa Carlos Paz.

Nominado a los PREMIOS CARLOS en las categorias MEJOR OBRA, DIRECCIÓN, REVELACIÓN FEMENINA y REVELACIÓN MASCULINA